La interpretación del patrimonio no sigue recetas rígidas.

Hace algunos meses los responsables de una empresa de turismo indígena me comentaron que sus manuales de interpretación fueron criticados por un verificador que trabaja por encargo del gobierno. Ese verificador les había dicho que en algunas rutas se hablaba “mucho” de historia y de cultura y  “muy poco” de naturaleza. En tanto que en otras rutas la situación era al revés: mucha naturaleza y muy poca historia y cultura.

La idea de aquel verificador era tener rutas equilibradas. En lo personal pienso que esa opinión es discutible porque…

Cada ruta te indica su tema de interpretación.

Imagina que el centro turístico de tu comunidad se ubica en una zona desértica; casi no hay vegetación, no hay ningún rasgo natural sobresaliente, el paisaje es muy seco, hay arena, piedras y no más. En esa zona hay un camino que en el pasado conectaba a una mina de plata con una ciudad colonial. Por ese camino iban y venían tus antepasados quienes trabajaron en esa mina desde la época colonial.

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¿Qué temas hay que interpretar en la ruta?

Manejemos la opción de una «interpretación equilibrada”

En ese caso la interpretación debería describir temas como el clima del desierto, el tipo de roca (es decir, la geología), las formas del terreno (es decir, la geomorfología), el nombre científico de la flora y de la fauna; hablar de la importancia del agua, del cambio climático y complementar con información histórica sobre la mina y tu pueblo.

Ahora pensemos sobre dos preguntas

1) ¿Puedes dar una explicación sobre todos esos temas?

Si yo hubiera nacido en ese sitio quizás sólo me sentiría confiado al platicar sobre las historias del camino sencillamente porque mis familiares me habrían transmitido muchas anécdotas e información al respecto.

2) ¿A todos los turistas les interesará que les hables sobre el tipo de roca, la clasificación científica de los cactus y que le digas que el agua es importante para la vida?

No lo creo.  Decir que la interpretación del patrimonio siempre tiene que incluir aspectos ambientales y generar conciencia ecológica es un invento y a veces una imposición que no respeta la vocación interpretativa de las rutas ni los intereses de los turistas. Hay que entender que no todos los turistas están interesados en recibir lecciones sobre naturaleza. Y no estoy en un error. Al turista convencional chino, por ejemplo, no le atrae saber cosas específicas de una roca o de un árbol. Para los chinos la belleza está en el equilibrio entre lo natural y lo humano, por eso para ellos no es atractivo descubrir el nombre científico de un cactus.

Podemos anotar cinco ideas importantes que derivan de lo que hemos comentado en esta publicación:

Primero: Las rutas te indican el tema que hay que interpretar. A veces dominará el tema ambiental y en otras ocasiones el tema cultural-histórico. No siempre debe haber un equilibrio.

Segundo: Como guías-intérpretes no somos expertos en todos los temas. Hay que interpretar sobre los temas que conocemos bien, es decir, sobre los temas locales.

Tercero: Ni todos los turistas quieren saber de historia y cultura ni todos quieren saber de naturaleza. ¿Por qué le vamos a fastidiar la mitad de la ruta con información que no quieren escuchar?

Cuarto: Es recomendable tener rutas con temas diferentes para no duplicar contenidos entre rutas (si duplicamos contenidos aburrimos al cliente) y para ofrecer productos adaptados a las expectativas de nuestros clientes.

Quinto: Cuando se define el tema de una ruta hay que considerar las expectativas de las personas que serán clientes o que ya lo son. Si descubrimos que están muy interesados en cierto tema tendremos que adaptar nuestros mensajes, es decir, alcanzar un punto medio entre lo que te dice la ruta y lo que quiere el cliente.

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